El encanto de las escorts curvy

Viernes, 04 de Diciembre de 2020

"A mí el 'Vogue' que no me venga con milongas. Las flacas pueden estar muy bien para las fotos de moda, pero para follar... ¿hay algo mejor que una gordita?" Son muchos los hombres que piensan así, machos para quienes la mujer auténticamente cañón, la que les pone de verdad cachondos, es la mujer rellenita. Nada mejor que una mujer con curvas, piensan, para gozar de la cama. Donde hay carne hay alegría, dice el dicho. Y el dicho, en este caso, parece escrito por un amante de la gordura.

Ellos afirman convencidos que son más de los que se dicen. Ellos, los hombres que aman a las mujeres curvy, sostienen que la publicidad impone su dictadura y sus estándares de belleza y que esa imposición hace que muchas personas no se atrevan a expresar claramente cuáles son sus deseos.

Y es que son muchos los hombres que sienten atracción sexual por las mujeres rellenitas, pero muchos de ellos se niegan a 'salir del armario' y a decir a las claras que les gustan las macizas. Para dichos hombres, la vida, y con ella el verdadero deseo sexual, va por otro lado de por donde van la publicidad y el mundo de la moda. Para esos hombres, para los 'fat admirers' (admiradores de la gordura), las BBW (mujeres grandes y hermosas) son lo más de lo más. Nada mejor que ellas para disfrutar del sexo. Nada mejor que ellas para gozar follando. Grandes pechos, grandes nalgas, cinturas con michelines... eso es lo que gusta a estos hombres. Para ellos, las mujeres que atesoran estos atributos son auténticas Afroditas, hembras absolutamente deseables, las mejores compañeras para una sesión de sexo desbocado y sin remilgos.

Putas rellenitas

Los fetichismos de la gordura

Hay autores que dicen que esta atracción por las mujeres entradas en carne o gordas puede ser tratado como una especie de fetichismo. Hablan del fetiche de la gordura o 'fat fetishism'. Otros, más tolerantes con la atracción sexual por las mujeres rellenitas, hablan de preferencia o incluso, de orientación sexual. Por haber, hay hasta quien habla de una identidad sexual especial.

Los que hablan de este tipo de fetichismo suelen recalcar que hay varias formas del mismo. En algunos casos, hay hombres que unen su atracción sexual por las obesas con el placer de engordarlas por sí mismo. Estos hombres, practicantes activos de lo que se conoce con el nombre de 'feederism' o feederismo, se encargan de engordar a segundas personas. En esta extraña relación, el engordador recibe el nombre de feeder y el alimentado, de feedee.

Otra modalidad de fetichismo de la gordura es el gaining. En este caso, el fetichista lo es, en cierto modo, de sí mismo. Los actos de quienes practican este tipo de fetichismo van encaminados a ganar peso ellos mismos.

Una última (y extraña) modalidad del fetichismo de la obesidad es el stuffing o padding, consistentes en utilizar rellenos para aparentar que se es gordo. Esta simple simulación provoca excitación sexual a estos extraños amantes de la gordura.

Escorts gorditas

El sexo con mujeres macizas

Pero, más allá de estas modalidades de fetichismos de la gordura, más allá de estas maneras un tanto excéntricas de plasmar el deseo sexual hacia las mujeres obesas, hay todo un universo de atracciones mucho menos complejas y mucho más naturales.

El hombre medio que siente atracción sexual por las mujeres gordas puede sentir esa atracción por muchos motivos y la mayoría de ellos son perfectamente entendibles incluso por todas aquellos otros machos que no comparten sus gustos o, cuanto menos, que no los comparten hasta el mismo extremo.

¿O es que no es gozoso ver cómo bailan unas grandes tetas ante nuestros ojos mientras la mujer propietaria de las mismas nos cabalga como una amazona desbocada y pasadita de peso? ¿No resulta excitante pensar en cómo esas grandes tetas nos hacen la más soberbia de las cubanas? ¿No nos pone calientes el pensar que podemos hundir la cara entre ellas y sentir su calor?

¿Y qué decir del sexo anal con una mujer rellenita? Penetrar un culito de fémina siempre es un gran placer, pero cuando eso se hace pudiendo disponer de las agarraderas de unas buenas nalgas, ese placer parece multiplicarse por dos. Follarse a una mujer por el culo y sentir cómo los testículos chocan en cada uno de los empujones con el fantástico colchón de unas grandes nalgas es algo que muchos hombres valoran mucho, y más cuando estas mujeres gozan de espléndidos culazos. Más que la exquisitez fotogénica de esas nalgas.

Las nalgas de una mujer obesa cuando se está practicando sexo anal invitan, además, a la práctica de la cachetada erótica, de la nalgada, del golpe en el culete con la mano abierta. No es lo mismo el restallido que se escucha al azotar unas nalgas rotundas y redondonas que el que puede escucharse al cachetear las nalgas de una flaquita. Para muchas mujeres, además, ese cachete actúa como un gran excitante, una especie de espoleo para follar mejor y con más intensidad. Y las mujeres curvy no escapan a esa norma.

Escorts gorditas

Además, en las mujeres regorditas se cumple una máxima psicológica que está más que comprobada, según dicen muchos hombres. Durante gran parte de su vida, las chicas curvy, las jovencitas entraditas en carne, las gorditas, se han sentido el patito feo del sexo femenino. A eso las ha empujado el concepto de belleza que el mundo de la moda y de la publicidad ha conseguido imponer. Y eso, en cierto modo, les ha hecho sufrir. Les ha hecho padecer complejo de inferioridad. Es por ese motivo, afirman los aprendices de psicólogo, que, al sentirse elegidas, al comprobar en un hombre la pasión que ellas pueden llegar a despertar, al sentirse deseadas, las mujeres curvy dejan salir todo lo que han tenido que sufrir, todo lo que han tenido que aguantar, todos sus complejos y sus sentimientos de inferioridad, y lo hacen en forma de pasión, como un volcán que no pudiera contener más su lava y que estuviera dispuesto a arrasarlo todo.

Follar con una gordita, dicen los hombres a los que les gusta este tipo físico de mujer, es siempre una fiesta. Y es que las chicas rellenitas, en eso del folleteo, acostumbran a poner toda su alma. Se entregan al máximo. Sin remilgos. Sin tabúes. Sin fingimientos. Por eso pueden ser grandes comedoras de pollas. Por eso pueden gritar de placer como si no hubiera mañana mientras son folladas por la vagina o por el culo. Por ello no dudan ni un momento a la hora de abrirse de piernas y ofrecer su papo a quien desee devorarlo. Hundir la boca en el coño de una mujer gordita y culona es algo así como asomarse a los abismos del universo. Es ahí, en ese coño, donde palpita la vida.

Es por eso, precisamente, por lo que no son pocos los hombres que, a la hora de contratar sexo de pago, lo hacen seleccionando, precisamente, a prostitutas gorditas y tetonas, a escorts curvys, a chicas de compañía pasaditas de peso.

El encanto de las putas gorditas

Y es que las prostitutas curvy, dicen muchos hombres, son, con mucho, las mejores amantes que un hombre puede imaginar. Lo son por putas y lo son, también, por gorditas y culonas. A la fogosidad exigible en el oficio unen la lujuria propia de su condición física y por eso, dicen esos hombres, no hay nada mejor, a la hora de hacérselo con una profesional, que follar con una lumi maciza y tetona.

Raro es encontrar una prostituta de lujo rellenita que no ofrezca un amplio listado de servicios eróticos. El griego, la garganta profunda, la cubana o el francés hasta el final son servicios que suelen ofrecer las escorts gordas. ¿Por qué? Porque ellas se acercan al sexo como se acercan a la vida: con ganas de disfrutarla a tope, sin miedo a saborear todos sus gustos. Por eso saben convertir el sexo en una absoluta fiesta, en una auténtica bacanal, y por eso son muchos los machos que piensan que nada mejor que un callgirl con quilos de más para hacer realidad todas esas fantasías que todo hombre tiene pendientes de cumplir.

Gozar del sexo con una escort curvy es gozar del sexo a lo grande. Por sus dimensiones y por su implicación, por sus medidas y por la cachondez que parece brotar de cada centímetro de su piel. Y es que, tal y como decía la famosa canción, "ellos las prefieren muy, muy gordas, supergordas, ... y apretás". Una canción que, sin duda, podría ser el himno de muchos y muchos hombres si se decidieran a salir del armario y a decir lo que de verdad sienten: que las delgaditas son monas, no lo vamos, pero que pa' follar... las macizas tetonas.

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