El primer dúplex de dos primas

Viernes, 30 de Octubre de 2020

La idea fue de Bella. Habíamos llegado juntas de Brasil y llevábamos ya algo más de seis meses ejerciendo de escorts. Los dos primeros meses de nuestra estancia en la ciudad trabajamos para una agencia. Pasado ese tiempo, decidimos independizarnos. No lo hicimos porque tuviéramos queja de la agencia, ni mucho menos. Estaba bien ubicada, era muy prestigosa en la ciudad y siempre fueron muy amables con nosotras. Simplemente, queríamos ser dueñas de nuestra agenda y, si era posible, ganar un poquito más.

Alquilamos un céntrico apartamento que ya estaba amueblado, invertimos algo de dinero en hacer dos fabulosos books fotográficos y nos anunciamos en un directorio online del que nos habían hablado muy bien unas paisanas que habían llegado aquí antes que nosotras.

El fotógrafo que nos hizo las foto nos halagó diciendo que las fotos casi no necesitaban retoques pues estábamos las dos, así lo dijo, "más buenas que un queso". Y nos dijo también que, siendo diferentes, teníamos un algo de parecido. "Será porque somos primas", le dijo Bella, y las dos nos echamos a reír al imaginar lo que deberían pensar su madre y la mía, las dos queridísimas hermanas que se habían quedado en Brasil creyendo que sus jóvenes hijas se habían ido a trabajar a España en una multinacional de moda.

¿Habéis pensado en hacer dúplex?

La pregunta del fotógrafo nos dejó un poco paradas. Me he tenido siempre por una mujer liberal, pero nunca me había planteado el compartir un hombre en la cama con otra mujer. Me gustan demasiado los penes como para pasar por el trago de ver cómo otra, a mi lado, disfruta de lo lindo con lo que a mí me gustaría tanto tener metido en la boca.

Pues la verdad es que no -le dije-. Pero es que, ¿sabes?, a mí me gustan tanto las pollas que me cuesta mucho compartirlas con nadie. A mí me gusta follar. Mucho. Pero no me gusta ni pizca el ver cómo follan las demás.

Esto se lo dije clavando en él la más provocativa de mis miradas. Por menos de eso había visto cómo la polla de muchos hombres se ponía dura y pedía guerra. Si al fotógrafo le pasaba lo mismo, quizás me perdonaba el coste del book tras hacerle un trabajito fino de los míos. Eso de la felación a pelo hasta el final les pone a todos y yo, valga la inmodestia, la bordo.

Follar con dos chicas

Pero el fotógrafo (ya nos lo habían advertido, pero, qué coño, había que intentarlo) era un auténtico profesional y un témpano de hielo. Seguramente pensaba que una mamada no le ayudaba a pagar las facturas del alquiler del estudio ni la hipoteca de su casa, así que se limitó a lanzar una leve carcajada y a remachar: "pues yo de vosotras me pensaría lo del dúplex. Hay muchos hombres a los que les gusta tener a dos mujeres a la vez en la cama. Además, os parecéis tanto que hasta podríais pasar por hermanas. Eso a los tíos les da mucho morbo. Los tríos de este tipo se paga muy bien, y la faena no está como para tirarla".

Bella y yo nos fuimos a casa y le dimos varias vueltas a lo que nos había dicho el fotógrafo. "¿Por qué no un trío?", decía Bella. Y yo le decía: "porque si yo te veo comerte una polla delante mío mientras yo me tengo que conformar con mirar cómo te la comes, te voy a odiar a muerte y te voy a arrancar los pelos". "Pero si después serás tú quien te comas esa polla y yo quien tenga que conformarme con mirar...". Y nos echamos a reír como dos locas. En nuestra risa había un poco de nerviosismo pues las dos sabíamos que al final acabaríamos haciéndolo.

Y así fue. Cuando encargamos la preparación de nuestro anuncio pedimos que se incluyera en nuestros servicios el de dúplex y así lo hicieron los gestores de la web. Enlazaron nuestros anuncios y nos ofrecimos en pack para el servicio de dúplex como ardientes y viciosas hermanas brasileñas.

No tardamos en recibir la primera llamada solicitando una cita para dúplex. El día de la cita, no vamos a engañarnos, estábamos un poco nerviosas. Yo había visto desnuda a mi prima más de cien veces y ella me había visto en bolas otras tantas. A mí, de hecho, me gusta andar en pelota picada por la casa. Pero nunca nos habíamos visto follar la una a la otra. Y ese día no solo nos veríamos follar... ese día follaríamos juntas.

Nos vestimos de una forma similar para potenciar en la imaginación de nuestro cliente que se iba a empotrar a dos hermanas y esperamos a que sonara el timbre. Cuando lo hizo y abrimos la puerta, apareció tras ella una especie de armario ropero. Si el tío no media dos metros le faltaba poco. Parecía un jugador de rugby. Si la polla estaba de acorde con el cuerpo, aquel tío debía ser una bestia parda.

Follar con dos hermanas

Y lo era. Estoy acostumbrada a ver pollas de todos los tamaños y formas. La de nuestro primer cliente para dúplex estaba en el top ten de las que había visto y catado. Por un lado, me iba a costar compartirla. Por otro, quizás hasta me iba bien hacerlo si no me quería quedar con el coño completamente escocido e inutilizado como herramienta de trabajo para un par de días. Se impuso este segundo pensamiento. Cedí a Bella el honor de chupar aquel cipote primero. Lo hizo a conciencia. Creo. Y es que tampoco miré mucho cómo se le daba lo de la felación a Bella. Yo estaba concentrada, primero, en comerle los morros a Aníbal (así dijo que se llamaba aquella bestia parda) y, después, en ponerle el coño a la altura de la boca para que lo comiera a placer.

La temperatura, no hace falta decirlo, fue subiendo a marchas aceleradas. El pollón de Aníbal tan pronto salía del coño de mi prima como entraba en mi boca. Dejé de sentir celos al instante. Bella y yo formábamos un equipo perfecto y Aníbal casi aullaba de placer. A poco que corriera la voz de lo bien que nos lo currábamos entre las dos, íbamos a ser las mejores escorts para dúplex de la ciudad.

Tanta era la pasión que se estaba viviendo en aquel encuentro que en un momento dado, y casi sin darnos cuenta, Bella y yo nos estábamos comiendo los morros mientras nuestras manos recorrían nuestros cuerpos con frenesí. Parecíamos dos lesbianas enloquecidas.

Aquello fue la gota que colmó el vaso del deseo de Aníbal. Ver a dos hermanas con las lenguas trabadas en un morreo interminable y magreándose con desespero la una a la otra lo puso a mil. Tanto, que sacó su miembro del cuerpo de Bella y, apuntando hacia nuestras caras, dejó ir todo lo que tenía acumulado en sus inflamadas pelotas. "Pero qué putitas sois, hermanitas", dijo. "Seguro que volvemos a quedar".

Aquello fue como música para nuestros oídos. Aquel cliente que, además, fue muy generoso con su propina, volvería a repetir. Y daría buenas referencias de nosotras. Le ofrecimos una ducha pero la rechazó. La bestia parda se vistió como se había desnudado, casi a zarpazos, y se marchó. Tenía que recoger no sé que coche de no sé que taller antes de que cerraran.

Nosotras sí nos fuimos a la ducha. Teníamos la cabellera y la cara manchadas de rica lefa y, además, seguíamos calientes como dos monas. Yo, al menos, no me había corrido durante aquella arrebatadora cita. Y en la mirada de desespero de Bella se podía leer que ella tampoco. Quizás había llegado el momento de comprobar si en nuestros servicios incluíamos también el lésbico. Después de todo, ¿quién me decía a mí que, una vez probados, no me gustaban los conejos tanto como las pollas?.

Duplex con dos escorts