Prostitución en Japón: legislación y características

Viernes, 29 de Octubre de 2021

Los primeros occidentales que llegaron a Japón descubrieron que los habitantes del País del Sol Naciente tenían una actitud muy permisiva ante todo lo que tuviera que ver con el sexo. El motivo, sin duda, era religioso. En el sintoísmo, religión autóctona del país nipón, el sexo no es visto como algo tabú. Por eso nos resulta tan habitual asociar a los japoneses con términos como parafilia o fetichismo.

Esa tradicional actitud liberal hacia el sexo contrasta de manera radical con la actitud que tradicionalmente se ha tenido ante lo sexual y sus prácticas en los países de tradición judeo-cristiana. Quizás por eso la prostitución estuvo permitida en Japón hasta 1956. ¿Qué sucedió en esa fecha? Que el gobierno japonés, bajo la supervisión de los ocupantes estadounidenses, promulgó la Baishun Bōshi Hō o Ley Anti-Prostitución.

La Ley Anti-Prostitución de Japón

Durante muchos siglos, la prostitución había sido algo natural en Japón. Eso no quiere decir, ni mucho menos, que se aceptase su práctica en cualquier lugar. Los japoneses aceptaban la práctica del comercio carnal siempre que se realizara fuera del centro de la ciudad o, incluso, en barrios vallados. Esos barrios (Yoshiwara en Edo-Tokio, Shimabara en Kioto y Shinmachi en Osaka) se convirtieron en lo que se conocía como barrios de placer.

Fuera de los barrios de placer no podían establecerse un burdel. Los prostíbulos debían, obligatoriamente, situarse en ellos. Si algún puticlub se establecía fuera de la zona permitida para ello, era clausurado, y las chicas que trabajaban para él se enviaban a vivir y trabajar en alguno de los burdeles de los barrios de placer.

La estricta moral de los estadounidenses les hizo presionar al gobierno nipón para que acabara con esa tradición y esas costumbres. Fruto de esa presión fue la mencionada Ley Anti-Prostitución, que iba a marcar un antes y un después en la historia de la prostitución en Japón.

Como siempre que se aprueban normativas restrictivas respecto al comportamiento sexual de las personas, también en el país asiático se disparó la picaresca. Ésta, además, se vio favorecida por la propia imprecisión de la nueva legislación sobre prostitución en Japón. En el texto de la Ley no quedaba claro qué se consideraba sexo y qué no.

Para empezar, la Ley, pese a su nombre, no declaró ilegal la práctica de la prostitución, sino que declaró ilegal los siguientes actos:

  • Buscar servicios sexuales.
  • Obligar a alguien a prostituirse.
  • Obtener una compensación por la prostitución de terceras personas.
  • Abrir locales para que en ellos se ejerza el comercio carnal.
  • Inducir a la prestación de servicios sexuales a cambio de dinero.

En la Ley, además, se daba una definición de prostitución en la que la práctica de ésta quedaba única y exclusivamente limitada al coito. Así, prácticas como, por ejemplo, la de la felación, quedaban fuera de la definición de prostitución y, por tanto, se consideraban legales.

Esta definición sirvió para que empresarios del sexo buscaran la manera de abrir negocios que, estando relacionados con la práctica sexual, estuvieran dentro de la ley.

Soapland

Soapland, pink salons, imekura, telekura y deriheru

Entre los tipos de negocios que los empresarios del sexo japoneses abrieron sin por ello vulnerar la legislación figuran:

  • Soaplands. Un soapland es un establecimiento en el que se cubre a los clientes con lubricante para que, posteriormente, las prostitutas los lleven al orgasmo. Los soapland son, de alguna manera, prostíbulos camuflados. En ellos, el cliente se baña y es bañado por una trabajadora sexual que, además, realiza masajes, felaciones y, en ocasiones, y aunque sea ilegal, ofrece relaciones sexuales completas. Como todo lo que implica bordear la legalidad, la visita a uno de estos puticlubs camuflados no resulta económica.
  • Pink salons. Salones de masajes eróticos. En estos locales de masaje con final feliz solo puede practicarse sexo oral.
  • Imekura o clubs de imágenes. Los imekura son puticlubs temáticos ideales para interpretar las fantasías más comunes de los clientes japoneses. El fetiche de la colegiala es uno de los más interpretados en los clubs de imágenes.
  • Telekura o club de teléfono. En estos clubes telefónicos, los clientes pagan para, a cambio, recibir llamadas de chicas que están dispuestas a tener una cita. Estas citas, habitualmente, acostumbran a acabar en una sesión de sexo de pago. Asociado a este tipo de contacto se encuentra lo que se conoce como Enjo Kosai, un tipo de práctica demla que hablaremos posteriormente.
  • Deriheru o Delivery Health. Aquí, el cliente contrata los servicios de una escort, que presta sus servicios en una habitación de hotel o en el propio domicilio de su cliente.

Muchos de estos negocios se encuentran actualmente en los barrios rojos. Éstos son, de alguna manera, los herederos de los antiguos barrios de placer. Ahora, sin embargo no se encuentran en las afueras de las ciudades. Éstas los han absorbido. Uno de los barrios rojos más famosos del país es el de Kabukicho, en Tokio. Los negocios sexuales son, en este distrito, claramente visibles.

Prostitutas japonesas

Otras leyes sobre prostitución en Japón

Si hablamos de las normas sobre prostitución en Japón debemos hacer mención también, además de a la Ley Anti-Prostitución al Código Penal japonés y a la Fūzoku Eigyō Torishimari Hō y a la Ley de Regulación de Negocios que Afectan a la Moral Pública.

En sus artículos 176 y 177, el Código Penal japonés establece que la edad mínima a la que se pueden mantener relaciones sexuales consentidas es de 13 años. Las prefecturas (jurisdicciones territoriales) japonesas pueden, sin embargo, tener ordenanzas propias al respecto. Así, hay algunas prefecturas que prohíben tener sexo (aunque sea consentido) con ninguna persona menor de 18 años.

Por su parte, la Ley de Regulación de Negocios que Afectan a la Moral Pública, promulgada en 1948 y reformada en 1985 y 1999, regula todos los negocios de sexo de los que hemos hablado anteriormente.

En todos esos centros, ciertamente y de manera común, acaba practicándose sexo con penetración. ¿Cómo se compagina eso con lo que marca la ley? Mediante un subterfugio legal. La trampa consiste en no ofertar nunca en los anuncios sexo con penetración. Si después ésta se produce (y ése es el argumento utilizado por los empresarios del sexo para defender su negocio) es, simplemente, porque así lo han acordado las partes implicadas. Dos adultos lo han decidido y ahí el negocio no puede intervenir. ¿Y la transacción económica? Simplemente: no es demostrable.

Geishas

Qué es el Enjo Kosai

Los dos términos que forman el concepto Enjo Kosai significan, literalmente, asistencia-compañía. Y eso es lo que prestan, precisamente, las mujeres que se dedican a esta práctica considerada ilegal pero muy extendida en Japón.

El contacto con los clientes suelen producirse en los ya citados telekuras. Las chicas llaman a teléfonos gratuitos que, habitualmente, se anuncian alrededor de facultades e institutos. Al llamar se ponen en contactos con hombres. Estos hombres, que buscan relación con adolescentes y jóvenes, son los que pagan la llamada.

Establecida la cita, lo habitual es que la pareja, tras encontrarse en un lugar pactado, acuda a algún lugar de moda a tomar algún refresco. En ocasiones (no siempre el sexo está garantizado), este encuentro finaliza en los llamados hoteles del amor. Un hotel del amor es un hotel en el que se alquilan habitaciones por horas para encuentros sexuales.

Las chicas, gracias a estos encuentros (similares a los que se puede producir en Occidente con un Sugar Dady), obtienen dinero para comprarse ropa, bolsos y otros complementos de marcas o para conseguir costearse el ocio del fin de semana. Las normas, en este tipo de prostitución japonesa, son siempre muy claras entre la chica y el cliente. Habitualmente, las jóvenes japonesas son reacias a mantener este tipo de relación comercial con hombres que no sean de su país.

Enjo Kosai