Legislación de la prostitución en Portugal

Sábado, 10 de Julio de 2021

Quienes abjuran de la Unión Europea y del proyecto supranacional que encarna suelen decir que dicha unión no es tal unión sino una simple suma de Estados independientes compartiendo un mercado común. Para argumentar dicha opinión suelen referirse a la disparidad de leyes que sobre un mismo asunto pueden darse dentro de la Unión Europea. Esto, que puede parecer un tópico, no lo es tanto. Basta con mirar las leyes sobre la prostitución que conviven en el territorio europeo para darse cuenta de hasta qué punto es así.

Si revisamos la legislación sobre prostitución de los países europeos veremos qué diferentes pueden llegar a ser las leyes de países que comparten frontera. Francia, por ejemplo, al igual que han hecho Suecia, Noruega, Irlanda e Islandia, han optado por penalizar al cliente.

Otros, como Alemania, Austria, Suiza o los Países Bajos, han prefido regular el ejercicio de la prostitución. Por su parte, países como Lituania, Rumanía, Serbia, Macedonia y el resto de países que formaban la antigua Yugoslavia, consideran que la prostitución es ilegal pero renuncian a penalizar a los clientes.

Finalmente, en Europa existen países en los que el ejercicio del sexo de pago, sin llegar estar regulado, no es considerado una actividad ilegal. En este grupo encontraríamos, entre otros, países como el Reino Unido, Italia, Bélgica, Estonia, Finlandia, España y Portugal.

A las leyes sobre prostitución de este último país vamos a dedicar este artículo.

Prostitución callejera

Historia de las leyes sobre prostitución en Portugal

Los contextos sociales, políticos y morales han ido determinando a lo largo de la historia las normas sobre prostitución en Portugal. En algunas épocas, las leyes portuguesas han optado por tolerar el sexo de pago. En otras, las normas jurídicas han sido mucho menos tolerantes y mucho más punitivas.

Las primeras disposiciones legales sobre la prostitución en Portugal aparecieron en los siglos XII y XIII. Aceptada como algo habitual en la sociedad de la época, nobles y clérigos tenían tratos más o menos regulares con concubinas y barraganas. Exceptuando en momentos puntuales, pues, no había represión en esas épocas sobre las profesionales del placer.

Esa actitud tolerante empezó a variar en el siglo XVII. Fue a finales de ese siglo y comienzos del XVIII cuando se empezaron a dictar las primeras prohibiciones. Con la creación de la Oficina General de Policía de la Corte y el Reino en 1760 se inició una nueva política. Siguiendo las directrices de dicho organismo, las prostitutas portuguesas solo podían ejercer en determinados espacios, debían pasar inspecciones médicas periódicas y podían ser expulsadas de las ciudades si provocaban escándalos o se enfrentaban a la policía.

Iniciado el siglo XIX, sin embargo, se avanzó (aunque muy levemente) hacia un cierto regulacionismo. El Código Administrativo toleraba la existencia de las prostitutas y de las tabernas en las que ellas contactaban con sus clientes.

Prostituta en Lisboa

Represión contra la prostitución en Portugal

Esa actitud de tolerancia no cerraba, sin embargo, el debate sobre hasta qué punto debía consentirse en la sociedad portuguesa el sexo del pago. Bien por motivos morales, bien por razones de salud pública (aquellos eran años en los que la sífilis y otras enfermedades venéreas hacían estragos entre amplias capas de la población), eran muchas las personas que defendían una postura más estricta hacia el comercio carnal.

La llegada del siglo XX trajo consigo un fortalecimiento de los movimientos y las posiciones abolicionistas. La Liga de la Moral Pública, por ejemplo, pretendía erradicar la prostitución. Su postura chocaba contra la de quienes defendían la regulación de la prostitución en Portugal.

A partir de 1945 el Estado portugués se volvió más intervencionista y represivo. De entrada, un Decreto Ley sirvió para equiparar a las prostitutas con los mendigos, los ladrones, los proxenetas y... los homosexuales. El régimen dictatorial salazarista se encargó, a partir de esa fecha, de reprimir la prostitución. Por otro lado, las diferentes organizaciones dedicadas a la asistencia social (cercanas, en su mayoría, a la Iglesia católica) impulsaron acciones de reeducación de las trabajadoras sexuales.

Entre las normas sobre prostitución en Portugal de esta época hay que destacar las que hacían referencia al reconocimiento sanitario de las prostitutas y las que obligaban al cierre de viviendas en las que se ejerciera el sexo de pago sin cumplir los requisitos higiénicos requeridos.

La política prohibicionista llevó al Estado portugués a prohibir el ejercicio de la prostitución a partir del 1 de enero de 1963. Según un Decreto Ley aprobado varios meses antes, los prostíbulos debían cerrar y quienes promovieran, favorecieran o facilitaran el ejercicio de la prostitución o intervinieran en ella serían castigados con una pena de hasta un año de prisión y una multa.

Como se ha demostrado a lo largo de la Historia, las medidas represivas contra la prostitución en Portugal no sirvieron para erradicarla. Lo único que hicieron fue agravar la situación laboral y personal de aquellas trabajadoras sexuales que ejercían su oficio en la calle.

Sexo de pago en Portugal

Despenalización de la prostitución en Portugal

La llamada Revolución de los Claveles y la instauración del régimen nacido del 25 de abril de 1973 no supuso el fin automático de la represión contra el sexo de pago. Las prostitutas portuguesas siguieron cumpliendo penas de prisión y eso fue así hasta 1983.

El 1 de enero de ese año, el Gobierno firmó un Decreto Ley que despenalizaba el ejercicio profesional del sexo de pago. Sí se mantuvo la pena de proxenetismo y el castigo a toda persona que se dedique a la trata de personas con vistas a obligarlas a ejercer la prostitución.

Desde esa fecha, son varios los gobiernos que, con mayor o menor empeño, han intentado volver a la senda del prohibicionismo. La realidad, sin embargo, es que las actuales leyes sobre la prostitución en Portugal crean por sí mismas una especie de vacío legal en el que se obvia la existencia de la actividad y en el que, por tanto, no se reconoce ningún tipo de derecho social o laboral a las trabjadadoras sexuales.

El debate sobre la prostitución y cómo tratarla legislativamente está abierto actualmente en el país vecino. Como en tantos rincones del planeta hay quien defiende en Portugal la abolición/prohibición de la prestación profesional de servicios sexuales y hay quien lo considera una opción laboral más. O sea: un trabajo a cuyas trabajadoras deberían reconocérseles derechos laborales.

Distinguir claramente el libre ejercicio de la prestación de servicios sexuales a cambio de dinero de las situaciones de trata, abuso y explotación es fundamental, para los defensores de la regulación de la prostitución en Portugal, a la hora de impulsar una legislación que sirva para defender el derecho de esas mujeres que, actualmente, se encuentran en una especie de limbo jurídico.

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